miércoles, 1 de junio de 2016

Mulhacen y Veleta

Poqueira
Las previsiones ya lo auguraban: nubes, viento y lluvia que a esa altura se convertiría en nieve. Aún así no era plan quedarse en el el refugio. No estaban previstas tormentas y en algunos momentos el sol se dejaría ver. No eran desde luego las peores previsiones.

Refugio de Poqueira y Veleta entre lasnubes
El primer día el destino es el Veleta partiendo del refugio de Poqueira, al que habíamos llegado el día anterior tras un recorrido de unas dos horas y media desde la central eléctrica de Capileira, donde se encuentra el poblado derruido de la Cebadilla. En él vivieron los trabajadores que en los años 50 del siglo pasado construyeron la central. El poblado constaba incluso de escuela y capilla.

Cara norte del Mulhacen al fondo
Saliendo del refugio se toma el camino frente al mismo que se dirige al O. Desde el refugio se distingue la cima del Veleta y a su lado el Cerro de los Machos, el segundo destino del día en caso de que a la vuelta del primero el tiempo lo permitiera. El camino nos lleva a ascender por el margen izquierdo del Río Seco y algunos neveros empiezan a hacer acto de presencia. En el llano, frente al circo se forman los Crestones de Río Seco, las Lagunas del mismo nombre están escondidas bajo la nieve. Ya hace rato que calzamos los crampones y también que vemos hacia la costa y el O como las nubes van progresando y la lluvia forma las reconocibles cortinas. La borrasca está cada vez más cercana.
Camino del Veleta
A los pies de los Crestones y recorriendo de lado a lado toda la cordillera se adivina bajo la nieve la pista de Trevélez a la estación de Sierra Nevada, afortunadamente cerrada al tráfico. Alcanzamos la pista que discurre a unos 3100 mts y llaneamos ahora en dirección al Veleta bajo unas espectaculares crestas que cierra el valle de N a O. La pista queda a varios metros bajo la nieve y progresamos sobre las pisadas de alguien que, seguro, en días anteriores tuvo más suerte con el tiempo.

La gran cresta al sur del Veleta, las cortinas de lluvia y el mar bajo las nubes.
Llegados a la puerta, una espectacular brecha en los Crestones atravesada por la pista (este portillón parece hecho para la construcción de la misma, como el Portillón de Benasque en el Salvaguardia) nos deja frente al siguiente valle, a los pies del Veleta y con un fuerte y frío viento que nos obliga a abrigarnos más. El Veleta está justo enfrente, pero la lluvia también. Las nubes grises tapan en pocos segundos la cima y el valle de la cuenca del Río seco. Avanzamos pero a escasos metros, frente a un balcón que se abre a nuestra derecha y que deja ver la cara norte del Puntal de la Caldera y del mismo Mulhacén, decidimos abortar la ascensión. La lluvia, en forma gotas heladas, sacude con fuerza y en esta vertiente el viento es muy fuerte.


Antes de descender subimos al cordal, donde mueren los Crestones bajo los que hemos caminado; una zona redondeada, con nieve virgen sin pisar. Desde allí unas fotos a la cara norte de la cordillera y al paisaje que nos rodea y, muy a regañadientes, de vuelta al refugio. Éste itinerario en verano no debe presentar la menor dificultad, siendo escasamente técnico y apto para aquellos con una mínima forma física para el recorrido y desnivel. En invierno es otra cosa. Requiere el uso de crampones y piolet, ropa adecuada y cuidado en el paso bajo los Crestones y más allá de la puerta. Aunque no son pasos aéreos ni expuestos, la inclinación debido a la nieve acumulada es considerable y una caída nos puede hacer descender muchos metros de golpe con el riesgo de chocar con rocas. Si la meteorología, como fue el caso, es adversa y el viento sopla fuerte el nivel de dificultad aumenta.

Hitos al Mulhacén
El segundo día el objetivo era el Mulhacén. La previsión era algo mejor, sin lluvia, sol y nubes. En la cima se pronosticaban rachas máximas de viento de 60 kms/h. Algo aceptable y que permiten ascender, tomar las fotos pertinentes, celebrarlo y bajar. Pero ya la noche en el refugio sonaba mal, con el viento ululando alrededor. A pesar de todo partimos temprano para coronar el punto más alto de la península. Tomando el mismo camino que el día anterior se asciende esta vez por el barranco del Río Mulhacén. La vertiente izquierda la forma el contrafuerte occidental del Mulhacén, y ya se observa como las nubes cubren la cima corriendo sobre ella a gran velocidad. El viento por el camino del río es fuerte, así que arriba no tiene pinta de que sea de 60Kms/h como máximo.
3460 mts. Imposible seguir.
Las nubes están cada vez más bajas a medida que nos acercamos al circo que forman las paredes del Puntal de La Caldera y de Laguna Larga al N, la Loma Pelada al O y el propio Mulhacén al E. Los hitos de piedra se pierden y decidimos seguir unas pisadas, casi borradas, suponemos de quienes el día anterior lograron ascender. Empezamos a progresar por la inclinada loma superando la fuerte pendiente, el fuerte viento y sin ver nada más allá de unos pocos metros. Ya no sabemos qué hay alrededor. El GPS es vital en este tramo. De tanto en tanto nos hundimos en la nieve hasta la cintura pero la esperanza de que las nubes queden en algún momento por debajo nuestro nos hace seguir, testarudos, hacia la cima.
ElVeleta asoma al fondo durante el descenso del Mulhacén
A 3460 mts (la cima son 3479) el paisaje es más fantasmagórico si cabe. Las rocas heladas cubiertas por la nieve, las nubes que a toda velocidad aparecen delante nuestro y la ventisca provocada por la nieve caída la noche anterior nos hace suponer que estamos a un paso del cordal. Sólo queda recorrer unos metros hacia nuestra izquierda para alcanzar la cima. El viento es muy fuerte, el suelo está helado, la visibilidad es casi nula, la ventisca azota con fuerza, y caminar por un cordal sabiendo que a pocos metros hacia el N las paredes del Mulhacén caen casi en picado no hace mucha gracia. Y si alcanzáramos la cima sería para no tener visibilidad, ni siquiera poder hacer una foto y descender rápidamente. Así que ante el riesgo que nos suponen los últimos metros, a 20 metros de alcanzar la cima, a 20 metros de desnivel, decidimos dar media vuelta.
La cabra hispánica se deja ver con facilidad por la zona.
Durante la bajada no amaina el viento, pero sí las nubes, con lo que con mayor visibilidad y algún momento de sol damos un rodeo. Que es el que deberíamos haber seguido para el ascenso, mucho más llevadero al tener menos pendiente. Buscamos el refugio libre de la Caldera para poder descansar y llevarse algo a la boca pero no aparece por ningún lado. Así que a cobijo de unas enormes rocas y con la visita de un acentor alpino, reponemos fuerzas. Al cabo de poco ya nos despojamos de los crampones, la temperatura aumenta, el sol va asomando algún momento, las nubes quedan más altas... el viento no amaina. El refugio ya está a la vista. El guarda del mismo nos dice que se ha acordado de nosotros.

- ¡De 60 kms/h nada! Eso lo hemos tenido aquí abajo. Allí arriba por lo menos 100, que ya suele pasar.



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